miércoles, 25 de julio de 2012

Gaucho trasplantado


A pedido de mi amigo David Gimenez Alonso salió: 
Gaucho trasplantau

Mi corazón pidió puerta 
y lo dejo alzar el vuelo,
no está bien ponerle freno 
al sentimiento que brota  
y por las cuerdas galopa
hasta hacerse canto pleno.

Soy un gaucho trasplantado
que llegó desde la pampa
soy un sureño que canta
bastante desafinado
desde que se ha levantado
milongas, tangos y zambas.

Hoy brota de mi garganta
un canto por la alegría,
porque no todo en la vida
ha de ser llanto y penas
las vaquitas son ajenas
pero las risas son mías.

Pero al igual que el zorzal
siempre canto lo que quiero
si no le gusta prefiero
que no se quede a escuchar
yo canto bastante mal
pero siempre soy sincero.

En cuestiones de reir
empiezo por mis defectos
pues me parece incorrecto
reírse de los demás,
si lo practica verá
que le sobran argumentos.

Se ensañó la creación
en hacerme a mi tan feo
y le puso tanto esmero
que alcanzó la perfección
a veces me da temor
cuando al espejo me veo.

Si no se mueve es tumor,
dijo mi madre asustada,
viendo mi cara aplastada
y mi cuerpito mal hecho
y en lugar de darme el pecho
ella la espalda me daba. 

Prefería la placenta
si le daban a elegir,
imposible describir
lo que ha sido ese momento
cuando vio el esperpento
que acababa de parir.

Le preguntaban: Señora,
¿lo parió o lo ha tejido?
¿se parece a su marido?
¿o es un niño de probeta?
¿ lo ha cultivado en maceta?
¿o la especie se ha extinguido?

Porque además de muy feo
era alargado y peludo
 “lo usaremos de felpudo”
dijo mi padre al mirarme
y usaba para mimarme
un guante de cuero oscuro.

La cuestión iba empeorando
pues conforme yo crecía
hasta el perro me rehuía
cuando yo me le acercaba
con una chuleta colgada
pero ni así me  quería.

Mi abuelita, con ternura,
aguantando el repeluz,
con una garra de avestruz
de lejos me acariciaba
mientras que al cielo rogaba
porque no se corte la luz.

Pero a pesar de todo ese
indecible padecer
he conseguido crecer
hasta ser adolescente,
así llegué de repente
a la edad de merecer.

Allí comenzó otra etapa
de tremendo sufrimiento
ya que por feo ni el viento
se me quería acercar
nadie quería escuchar
la causa de mis lamentos.

Los burdeles me cerraban
sus puertas a cal y canto
no atendían ni a mi llanto
ni a mi montón de monedas
y yo calmaba mis penas
en mi solitario cuarto.

Al final pude encontrar
quien calmara mi fervor,
aunque no fue por amor
ya que tuve que pagar
con todo mi capital
aquel enorme favor.

Por supuesto era invidente,
sino no hubiera aceptado,
en bastante mal estado
tenía sus pocos dientes
y un olor un poco fuerte
como de perro mojado.

Ella calmó los ardores
de mi tierna juventud
pero dejó mi salud
un poquito quebrantada,
una infección mal curada
que supuraba en el “sur”

Además de la infección
me dejó  una tropilla
enorme de mil ladillas
que mordían a traición
y cuando veían el sol
retozaban como ardillas.

Y me curó Don Zenón,
afamado  curandero,
él me hizo, de primero,
una cura de oración
y una pomada marrón
con caquita de jilguero.

Y mis ahorros también
se vieron perjudicados
tanto me había cobrado
para calmar mi fervor
que aun manda el cobrador
por los pagos aplazados.

Para huir de mi dolor
me dediqué a estudiar
no me fue del todo mal
pues casi llego a doctor
salvo por un profesor
que sentenció mi final.

“Solo le falta, verá
para poderse recibir
una materia que aquí
resulta fundamental,
algo que nunca tendrá
se llama materia gris”

Acostumbrado a sufrir
como siempre había sufrido
no me sentí ofendido
y me empeñe en ser feliz
dedicándome a escribir
algo de lo allí aprendido.

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